¡Querer no es poder, idiota!

 

Medias verdades que pueden arruinar

tus oportunidades de éxito

 

Todos somos cómplices de nuestros fracasos; esto significa que somos responsables -al menos en una parte- de cada resultado no deseado que cosechamos en nuestra trayectoria profesional.
Te invito a leer este artículo, donde explico cuáles son las causas fundamentales de nuestros -demasiado habituales- resultados no deseados:

Las 3 causas de por qué no tienes éxito

 

El mundo de la empresa, tanto la grande como la Pyme, y especialmente el mundo del emprendimiento, está invadido por medias verdades -que en consecuencia son también medias mentiras- y representan, por su porcentaje de no verdad, una peligrosa amenaza para el éxito en una actividad que requiere de un compromiso total por nuestra parte, tanto a nivel económico, como de tiempo, trabajo e ilusión, como lo es el proyecto de hacer viable nuestra propia idea de negocio.
Nosotros, como emprendedores, apostamos mucho -en ocasiones todo- a la realización de nuestro proyecto, como para dejarnos guiar por afirmaciones supuestamente veraces, que no por repetirlas una y otra vez hasta convertirlas en dogmas, son una regla segura y con garantía de éxito en su aplicación.
Querer no es poder… Salvo que la acción a realizar para alcanzar un objetivo sea tan sencilla, clara y directa, que la simple aplicación continuada de nuestra fuerza de voluntad sea suficiente para garantizar el logro del objetivo.

 

Por ejemplo: Cumplir un plan diario o semanal de visitas o llamadas telefónicas a prospectos o clientes, requiere, además de cierto criterio a la hora de seleccionar a nuestro público meta, y organización en nuestra agenda de trabajo, de la voluntad pura y dura de enfrentar nuestros miedos a hablar con personas desconocidas y a que nuestras ofertas sean rechazadas por una mayoría de ellas, y a pesar de eso, ¡seguir adelante hasta alcanzar sí o sí el objetivo!
En los restantes casos, para poder lograrlo es imprescindible saber cómo hacerlo -know how- además de quererlo, y el querer se pone a prueba en nuestra determinación de encontrar el como hacerlo bien, aunque como a Thomas Edison con su invento de la bombilla de incandescencia, hagamos de pasar por la dura prueba de descubrir 1.200 maneras diferentes de cómo no hacerlo.

 

 

Voy a compartir contigo una breve metáfora sobre un joven alpinista que aspiraba a conquistar la cima del monte Everest, y dos guías de montaña que representan las dos maneras de enfrentar la verdad sobre si nuestra preparación y experiencia están a la altura del reto que nos planteamos superar:

 

“Cuentan que en una ciudad a los pies de la cordillera del Himalaya, centro de reunión de montañeros que deseaban alcanzar la cumbre del Everest, hace muchos años, había dos guías que daban consejos para afrontar la escalada.
Un escalador novato recién llegado quiso tomar consejo antes de lanzarse a la ascensión. Preguntó en un bar del centro sobre quién podía orientarle; deseoso de empezar a escalar ya, y no queriendo demorar la subida otros tres días, fue a ver al primero de los consejeros, en las afueras de la ciudad. El viejo lo miró de arriba abajo:

– Te voy a hacer cuatro preguntas, y de acuerdo a lo que me digas, te daré uno u otro consejo.
– Está bien. Pregunte.
– ¿Por qué quieres ir al Himalaya?
– ¿Qué experiencia tienes subiendo a ocho-miles?
– ¿Con qué equipo cuentas?
– ¿Quién va a subir contigo?

El joven comenzó a contestar en el mismo orden de las preguntas:

– Subir al Himalaya es la cumbre a la que cualquier escalador quiere llegar. Lo máximo que he soñado sobre lo que puede ser la escalada. No hay un pico mayor en la tierra.
No tengo experiencia en ocho-miles. De momento no pretendo escalar más. Una vez que haya conseguido subir al Himalaya, los otros serán trofeos de segundo orden. ¿Por qué empezar por segundos platos?
El equipo es el que ve. He comprado todo aquello que me aconsejaron en la tienda de escalada de mi país.
En cuanto a con quién subiré. Me han dicho que en el campamento base siempre hay sherpas que se ofrecen para subir con los escaladores que les pagan.

El consejero se rascó la barbilla y le contestó:

– Lo mejor que puedes hacer es volverte a tu casa, para no perder la vida. Tus probabilidades de éxito no creo que sean de más del dos por ciento. Empieza subiendo montañas menores. Resuelve problemas complejos que seguro que se te darán. Ahí comprobarás cuál es el equipo útil y cuál el inútil. Ten lo mejor. Cuando estás hablando de tu vida, no ahorres. Ahorra en lujos, pero no en lo vital. Intenta algunos ocho-miles más accesibles. Todos son muy peligrosos, pero no igual de peligrosos. Y cuando hayas hecho eso vuelve. Convive unos días con los sherpas para saber de cuál te puedes fiar, y cuál tiene un carácter más afín al tuyo. Cuando los problemas se den, y se darán, esos detalles te salvarán la vida.

El joven se derrumbó en el sofá de la habitación completamente desmoralizado.

– ¡Nunca debí venir a ver este aguafiestas! No me extraña que no tenga clientes, y que cobre por adelantado –se repetía al bajar hacia el centro-.

El joven, decidió probar suerte, e ir a ver al otro guía.

– Hola. Namasté, escalador –le dijo llevándose las manos al pecho con un gesto espiritual-. Dime, ¿qué quieres?
– Subir al Himalaya.
– Muy loable propósito –contestó-. Te voy a hacer dos preguntas y conforme me contestes te daré uno u otro consejo:
¿Por qué quieres ir al Himalaya?
¿Cuál es tu mayor virtud como escalador?

El joven tenía las respuestas preparadas, y le habló del sentido de la vida, y de que nada en él era comparable a su entusiasmo a la hora de encarar un ascenso en la montaña. El guía le escuchó con una sonrisa y en tono melifluo le recomendó:

– Me alegra ver a alguien con ese empuje. Mi mayor consejo es que no lo pierdas durante el ascenso. Cada vez que flaquees, busca en tu corazón la sensación que tienes ahora, para que eso te impulse a seguir adelante. Tu entusiasmo es tu camino.

El joven lo escuchaba embelesado, y sintiéndose más poderoso de lo que jamás se había sentido.

– Muchas gracias. No sabe cuánto me ha servido su consejo.”

 

Extraído de El ejecutivo consciente, de Fernando Salinero Superpyme, con permiso del autor

 

 

¿Cuántas veces no nos engañamos a nosotros mismos creyendo que nuestra ilusión y entusiasmo vamos a poder con todo? No hay nada más peligroso para uno mismo que ser un tonto motivado…

 

 

Otra media verdad muy al uso es creer que lo que ha funcionado para otra persona va a ser igualmente efectivo para nosotros, ¡nunca es así!
Cada mapa del éxito está basado en una experiencia individual, que hemos de saber adaptar a nuestro territorio particular para replicar ese éxito para nosotros; te lo explico en detalle en este artículo:

El mapa no es el territorio

 

En este sentido, el millonario estadounidense John D. Rockefeller, referencia de empresario de éxito -más allá de las opiniones encontradas de sus detractores y admiradores sobre el modo en que logró y consolidó sus logros- nos legó esta valiosa y poco observada enseñanza:

 

 

En definitiva, y siguiendo la enseñanza del 5º Acuerdo Tolteca: “Sé escéptico, pero permanece alerta y abierto a aquello que te pueda ser útil.”

 

Manuel Marques Robles

Coach y Mentor del Camino del Héroe

 

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