¡No permitas que tu vida sea un espectáculo intrascendente!
Y rara vez estás enfocado en construir un verdadero legado que dé valor a tu vida, a la de quienes te acompañan en tu camino y a quienes vendrán en el futuro. ¿Eres consciente de como desperdicias tu tiempo -el recurso más estratégico porque es el más escaso y es también irrecuperable- en levantar castillos en el aire que el viento que sopla con fuerza en este momento crítico a nivel mundial va a llevarse consigo?
Tu vida, a nivel personal y profesional se desarrolla como un espectáculo de circo, levantado con el fin primordial de ofrecer un entretenimiento variado pero pasajero; tan pasajero como la localización del recinto, cuya carpa se monta hoy en un lugar y poco tiempo después se desmonta para montarlo en otro.
En este mes de enero en el cual se hacen tantos propósitos de cambio para el año que comienza, es primordial saber como gestionamos nuestra vida y los recursos a nuestra disposición para alinearla hacia un propósito que dé sentido y utilidad a ésta, más allá del rendimiento económico de nuestro trabajo, ya sea como profesionales por cuenta ajena, emprendedores o empresarios, sino para construir un legado que nos edifique como persona, que haga que nuestra vida sea realmente valiosa y digna de ser modelada, y para que una vez que estemos “fuera del terreno de juego” otras personas puedan beneficiarse del valor que hemos aportado y seguir caminando a partir de la huella de nuestro último paso dado en vida.
¡Así es como la humanidad y nuestras sociedades han avanzado a lo largo de la Historia!
Unos pocos, muy pocos en realidad, han colocado su piedra en el camino que nos lleva a nuestras metas comunes, en el puente que cruza el abismo, en el arco que soporta el techo que nos protege, y el resto, la gran mayoría, simplemente ha permanecido pasiva y dormida en los laureles de los verdaderamente comprometidos. Los primeros han dejado grabado su legado en piedra que permanecerá por siglos o milenios, visible a nuestros ojos, mientras que los segundos escribieron el relato de su vida y obras en el agua. ¿En cuál de los grupos quieres estar tú?
Vamos a ver con la ayuda de unas metáforas elegidas para el presente caso, como se desenvuelva la vida de una gran mayoría de las personas en nuestra sociedad, tan acelerada como inconsciente y de logros más pasajeros e insustanciales que consolidados y verdaderamente valiosos y constructivos.
En un circo hay varias atracciones… Animales, payasos, trapecistas, hombres-bala, y mucho más, pero vamos a tomar a los animales como ejemplo; en primer lugar hemos de domarlos para que nos obedezcan y hagan su parte en el espectáculo sin salirse del guión, lo cual requiere de nuestra atención y dedicación constante…
Así pues hemos de ser en primer lugar los domadores de nuestra propia naturaleza, y aprendemos este oficio desde nuestra primera infancia modelando a nuestros padres y figuras de autoridad.
El primer animal que hemos de “poner bajo nuestro dominio”, porque ése es el significado de domesticar, es nuestro cuerpo físico; lo vamos a representar metafóricamente como un cocodrilo, tomando como referencia al cerebro reptil (paleoencéfalo o cerebro primitivo) que es el responsable de nuestro funcionamiento a nivel instintivo y supervivencia en el medio.
Como cualquier otra especie de reptil obedece a una programación muy básica que opera únicamente con 3 variantes: Huida, ataque, o permanecer quieto y confundirse con el paisaje, todo ello enfocado a sobrevivir a cualquier precio.
A continuación tenemos al caballo, que representa nuestra vitalidad; es un animal noble pero sensible y temperamental, que ante determinados estímulos se desboca; puede también agotarse porque no sabe medir el alcance de sus fuerzas… Necesita pues de una guía amable y conocedora de los retos y necesidades así como de los recursos disponibles, o sea, un jinete dispuesto y capacitado.
Damos paso al perro, el mejor amigo del hombre, metáfora de nuestras emociones; éstas pertenecen a los mamíferos y están ausentes por tanto de insectos, reptiles, peces y aves, con la única excepción de los propios mamíferos marinos (ballenas, orcas y delfines).
Los perros son además animales gregarios, de manada, como lo somos los seres humanos como especie -a pesar de los matices propios de los caracteres introvertidos y de las psicopatologías tan habituales en nuestras sociedades- y sus emociones son altamente contagiosas, al igual que las nuestras.
Por otra parte el perro es un modelador nato, como todo mamífero, especialmente en su comportamiento y respuesta a los estímulos del medio, lo cual tenemos también en común.
Y ahora llegamos al punto crucial, al nudo gordiano que como en el relato de la vida de Alejandro Magno promete el mayor de los éxitos a quien consiga desenredarlo o cortarlo: La mente humana, aparente y deseadamente lógica y racional pero altamente contaminada por nuestras emociones, muchas veces inconscientes y disparadas desde lo instintivo y en consecuencia desbocadas e impredecibles.
En su faceta más primitiva funciona en base a una dualidad permamente, en tensión por la fuerza ejercida desde los pares de extremos enfrentados entre sí; va de un lugar a otro sin descanso -ni para ella ni para nosotros- sin poner el foco en nada por más de unos segundos o unos pocos minutos, especialmente en una época y contexto como el presente, dominado por el estímulo permanente y la intoxicación informativa.
Un mono inquieto y ciertamente maquiavélico con propios y extraños es una imagen muy acorde a este elemento de nuestra personalidad.
Es realmente muy difícil de domesticar, y exige un trabajo verdaderamente persistente e inasequible al desaliento para conseguir su propósito, pero el premio a un logro de este calibre es igualmente grande y deseable.
Es entonces cuando la mente inquieta y en ocasiones desquiciante y alienante deja paso a otra mucho más serena, colaboradora y poderosa, a la cual representamos como un elefante, un animal realmente poderoso, que abre caminos y derriba los obstáculos más poderosos.
¡Imagínate avanzando a lomos de un elefante! Con una visión privilegiada y sabiendo que éste hará camino donde no lo haya y te llevará hasta tu meta más lejana y anhelada. Es un trabajo paciente el necesario para llegar hasta aquí, que requiere tiempo, energía, disciplina y atención, y saber aprovechar y disfrutar de cada paso, sea placentero no no, porque el premio lo merece.
Mientras tanto habrás de ser como un artista del equilibrio en el día a día, aprendiendo a montar una bicicleta de una sola rueda…
La verdadera Maestría -con mayúsculas- reside en saber liderarnos nosotros mismos, jugando en equipo con todas nuestras potencialidades y también con las interferencias de una personalidad en proceso permanente de construcción y alineación, porque el juego no termina hasta que el árbitro no pita el final del encuentro, y a veces hay que jugar la prórroga.
Lee este artículo y ponte en marcha hacia tu meta más significativa, ser auténtico, único e inimitable, o sea, ser la mejor versión de ti mismo. Recuerda que sin acción no hay resultados:
¿Quieres obtener los mejores resultados? ¡Entonces deja de ser tú!, 1ª Parte
¡Aprovecha el momento! Y no desperdicies un minuto en construirte a ti mismo como Ser Humano e Individuo en relación de interdependencia y armonía colaborativa con el entorno, cuando nunca puedes estar seguro de disponer de una hora más para hacerlo posible.
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Alejandro del Roble
Coach y Mentor del Camino del Héroe
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